miércoles, 30 de agosto de 2017

Demasiado payaso para ser actor

Jerry Lewis, un hombre demasiado complejo como para intentar averiguar donde acaba el personaje y empieza la persona. Un payaso nato, un líder de masas al que no tomamos en serio hasta "El rey de la comedia" (Martin Scorsese, 1983), no porque su personaje fuese mucho más allá, sino porque el film era un retrato en sí mismo del poder desbordante de la comedia. Hasta donde estaría uno dispuesto a llegar con tal de aparecer en el programa de Jerry Lewis. Quién sabe qué oscura historia se oculta en el ascenso del divertido payaso judío de New Jersey que terminó siendo miembro de uno de los dúos cómicos más exitosos de los años 50' junto a Dean Martin. No soy de esas personas a las que les hace gracia "El profesor chiflado" (Jerry Lewis, 1963), sin olvidar que yo pertenecería más bien a la generación de Eddie Murphy. Lewis era cargante, un cómico excesivo con un irrefutable club de fans mundial, precisamente por ello terminaron por hacerse más risibles las imitaciones de su persona que su propio personaje, más aún en España donde Miguel Ángel Valdevieso dio a su personaje esa voz tan característica e irritante, entre su mismo Woody Allen y un carnero. Pero volviendo otra vez a "El rey de la comedia", Scorsese supo ver en el payaso a un gran actor que en todo el metraje, aún siendo la gran estrella, no puede remediar quedar eclipsado por un desbordante Robert De Niro. Sin embargo supo ganarse a la industria, a los profesionales y al mundo entero, porque aunque no nos haga gracia siempre nos hará reír con una de sus muecas.

Dean Martin y Jerry Lewis en 1976

Lewis y Scorsese
Este año se cumple el centenario de Dean Martin, Lewis llegó a afirmar que "nunca sabré porqué rompimos", sin duda la mejor etapa del cómico. Años en los que la comedia era el medio de supervivencia de la televisión, y los cómicos eran dioses que se reafirmaban en cada una de sus acertadas e ingeniosas frases. Por ello nunca debemos olvidar que Jerry Lewis fue un dios televisivo —más bien un becerro de oro— a quien debemos, como miembro de una generación, la nueva forma de hacer reír, especialmente influyente en la stand-up comedy, esa que visitamos con un hombre delante de un muro de ladrillos. Jerry Lewis fue pionero de un cine distinto, arriesgado, un visionario oculto por su rostro de payaso, véase la genial "El botones" (Jerry Lewis, 1960), una estructuración basada básicamente en sketches, algunos mejores que otros, pero todos originales, ladrillos de un cine que nunca había visto salida hasta entonces. Quizás sin ello hubiese sido imposible disfrutar de las primeras cintas de Woody Allen, o de fenómenos más recientes como "Mr. Bean" (creado por Rowan Atkinson y Richard Curtis, 1990-1995) o Cruz y Raya en España. En la eterna imagen de Lewis existe también una mirada melancólica, la del payaso triste, la del hombre que dirigió "The day the clown cried" (Jerry Lewis, 1972), la amarga historia de un payaso que debía "conducir a los niños de un campo de concentración a las duchas, como un flautista de Hamelín". La película inédita la podremos ver dentro de diez años, o tal vez antes ahora que ha fallecido Lewis, quien —ante las críticas— aseguró que "merecía ser vista por el público antes de ser juzgada". Un film misterioso, como resulta su autor, como el actor que dijo a principios de año que sería este cuando ganaría el Oscar, el hombre a quien hoy despido lleno de agradecimiento.

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