domingo, 9 de julio de 2017

Wonder Woman bajo la influencia

El feminismo es una moda, no diría que pasajera, probablemente sea como los vaqueros, el tipo de pantalones más revalorizados de la historia de la moda. Así como los jeans explotaron comercialmente con esa imponente imagen de Claudia Schiffer como Guess Girl de los noventa, el feminismo está experimentando un boom que va más allá de las desagradables diapositivas que nos vienen a la cabeza al oír esa palabra. Esas activistas de Femen teñidas de pintura roja empeñadas en lucir sus senos ante cardenales ruborizados y políticos aburridos de leer el Interviú. En estos últimos años nos han acribillado con imágenes de mal gusto o difíciles de ver, algunas incluso necesarias y brillantemente reivindicativas como el film "Te doy mis ojos" (Icíar Bollaín, 2003), pero muchas de ellas absurdas, las que hoy ya han quedado completamente olvidadas. Gal Gadot es la nueva Claudia Schiffer en ese sentido, y abre paso a un feminismo escrito con buena letra, agradable de mirar y fácil de comprender. Otra cosa es que "Wonder Woman" (Patty Jenkins, 2017) no me haya gustado más que en sus fantasías y aproximaciones a la viñeta, ese duelo final que todo superhéroe merece y que aquí se produce nada y más y nada menos que contra el dios Ares. El problema es básicamente de guión, un libreto que viene de la mano de un hombre (Allan Heinberg) bien curtido tanto en series con poderosas féminas como "Sexo en Nueva York" (1998-2004) o "Anatomía de Grey" (2005-actualidad), como en el cómic donde destaca su creación de los "Jóvenes Vengadores" para Marvel. Sin embargo Heinberg parece haberse dejado guiar demasiado por la moda y las tendencias, alejándose de la Wonder Woman de "Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia" (Zack Snyder, 2016), mucho más guerrera y avispada que esa joven despistada, cómica y apoderada de un feminismo de manual con frases como: "Es necesario un hombre para procrear, pero no para el placer" o similares.

Claudia Schiffer luciendo los vaqueros de Guess

Patty Jenkins afronta la dirección de un blockbuster que ha respondido como tal en taquilla, pero que nos ha dejado bastante igual, cumpliendo su requisito de tentempié hasta la llegada de la esperada "Liga de la Justicia" de Snyder y Whedon, anunciada para este noviembre. Parece ser que el éxito de "Wonder Woman" ha sido mayor del esperado —lo que deja mucho que desear de esos ambiciosos productores de Hollywood— y no terminó de comprender porqué. La historia se pierde entre tramas, demasiado que afrontar para unas largas dos horas y pico de metraje, una mujer que descubre un mundo nuevo, paralelismos con la mitología griega, la Primera Guerra Mundial, rollete amoroso —parece mentira, con lo "feministas" que estábamos hasta aquí— y una subhistoria con una villana que produce gases tóxicos, interpretada por la española Elena Anaya, que no tiene lugar para lucirse, aunque tampoco es que alguien lo haga en esta película. Las cintas de superhéroes son el reflejo de una sociedad y que estos vistan hoy uniformes tan oscuros y ceñidos nos hacen olvidar aquella época saturada de colores vivos, la de Christopher Reeve y Lynda Carter. Hollywood se apunta a la nueva corriente de la Mode Femme y se hace un lío, por muchas ganas que se vean en la dirección de Jenkins. Simplista y aburrida en la mayor parte del metraje, sobre todo en la acción interminable de Themyscira, "Wonder Woman" ha logrado su objetivo, superar a "Catwoman" (Pitof, 2004) y "Elektra" (Rib Bowman, 2005) y dejarnos con una ganas inmensas del film en solitario de Harley Quinn. Antes hablábamos de esa Gadot-Schiffer pues en breve nos enfrentaremos a decenas de películas de superheroínas protagonistas, pronto veremos a Brie Larson como "Captain Marvel", una posible Haley Bennett como una nueva Catwoman y por supuesto a la insuperable Margot Robbie como la señora del Joker.

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