martes, 27 de diciembre de 2016

Carrie, que la ilusión te acompañe

Desde el pasado viernes sigo con atención distintos medios que informaban sobre el ataque al corazón que Carrie Fisher en un vuelo de Londres a Los Ángeles. Algunos lo calificaban de episodio cardíaco, una bonita manera de adornar un reventón arterial, como hablábamos en nuestra particular felicitación navideña: "¡Qué bello es morir, siempre y cuando se haga con elegancia!". Carrie nos deja como una postal, tradición prácticamente obsoleta que solía darse en estas fechas, con el talante de una princesa guerrera a la que nos hemos entregado varias generaciones, un símbolo que va más allá del universo Star Wars y de su enorme ejército de freaks, un elemento unificador que se ha convertido en la base de cientos de relaciones. Es por ello que su fallecimiento nos sume en una tristeza extraña que navega entre la nostalgia y un amor cinematográfico que traspasa la pantalla, un amor fílmico que nos llega de la añoranza de la hija de Darth Vader, de la hermana de Luke, de la princesa Leia. Cuando el pasado año volvió a participar con Harrison Ford de la saga en "Star Wars: El despertar de la Fuerza" (J.J. Abrams, 2015), volvió a nacer un sentimiento que sólo se da en el buen cine, la película no es sin duda la mejor de la saga, sin embargo su historia, sus personajes, pertenecen ya a un imaginario universal que hizo de ese abrazo una de la imágenes más emotivas del cine reciente, donde el sentimiento, el amor y la esperanza parecen desaparecidos. La única manera de rebajar el dolor que embriaga en estos momentos a su hija, Billie Lourd, y especialmente a su madre, la dulcísima Debbie Reynolds, es comprendiendo que miles de personas lo compartimos con ellas, salvando las debidas distancias. Ayer mismo la propia Reynolds nos daba un halo de esperanza asegurando que "Carrie se encuentra estable", su muerte es un duro golpe para toda una comunidad que ha vivido alimentada de su ilusión.


Leia fue el papel de su vida, una imagen unida a dos ensaimadas que nunca pudo quitarse de encima, sin embargo ha una segunda lectura que muestra su lado más expresivo, una inteligencia que le llevó a escribir con total libertad, liberada de una época oscurecida por los excesos. Renació cargada de un brillante sentido del humor que supo demostrar en documentales sobre su persona y su personaje, y geniales intervenciones en conferencias dedicadas a aquellos súbditos renegados de la princesa más tierna de la galaxia. Cuando me enteré de su episodio cardíaco, el último de una intensa novela que tuvo su propia adaptación cinematográfica ("Postcards from the Edge", Mike Nichols, 1990), me vino a la cabeza el episodio aéreo de Mary Santpere, que le dejó por siempre su eterna sonrisa en el asiento 27C de un vuelo Barcelona-Madrid. Hace poco más de un año me desperté lleno de ilusión por un retweet de la propia Fisher, me llené de emoción y de la ilusión que ella misma desprendía, se había molestado en leerme y compartirme. Aquella mujer con la que llevaba fascinado desde los seis años, cuando mi padre se esforzó por hacerme ver la saga en su orden original, me había hecho un gesto, un guiño, ese que en tantas ocasiones buscamos y nos llena de ilusión. Despedimos así a Carrie Fisher, como una postal que permanecerá eternamente en nuestra memoria, una mujer fuerte y vivaz que ha dejado un legado más que perdurable, pues está impregnado ya en nuestra cultura. Ya está confirmada su participación en "Star Wars: Episode VIII" (Rian Johnson, 2017) que se encuentra en fase de postproducción, y pese a que siemypre la recordaremos enfundada en su característico peinado quedan también para la historia sus papeles en "Granujas a todo ritmo" (John Landis, 1980) o su divertida participación en el catering de "Hannah y sus hermanas" (Woody Allen, 1986), e incluso la positivista Marie de "Cuando Harry encontró a Sally..." (Rob Reiner, 1989).



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