domingo, 13 de noviembre de 2016

...Y al sexto año, resucitó

Hoy se cumplen seis años de aquella mañana en la que nos despertamos con la noticia del fallecimiento de Luis García Berlanga, quien no pudo escoger mejor día para dejarnos, siendo oportunamente berlanguiano. Si estuviésemos bajo el férreo dominio femenino al que se veía sometido José Luis López Vázquez en "¡Vivan los novios!" (Berlanga, 1970), tal vez se debió esconder el cadáver para celebrar el convite previsto. Sin embargo la firme tradición se hizo con el momento, los canapés se reutilizaron y comenzaron a llegar telegramas de lugares insospechados. Sería Jorge Berlanga quien se referiría directamente a ello en su artículo "Funeral berlanguiano" que lo definía como una situación "parecida a Vivan los novios, donde tenían que guardar a la madre ahogada en Sitges con arponazo incluido en una bañera con hielo mientras se celebraba la boda. Al final el que hubo de ser conservado en hielo con fiebre y síncope fui yo." La figura de la muerte había conducido toda la carrera del director, al menos desde que en "Plácido" (Berlanga, 1961) fuese motivo de una de las bodas más atragantadas de la historia del cine, con una magnífica viuda póstuma en las carnes de Julia Caba Alba. Las expectativas que se habían creado frente a la muerte del maestro eran más que considerables, había declarado su intolerancia al acto de fenecer en varias ocasiones y parecía dispuesto a recoger él mismo el legado depositado en el Instituto Cervantes que se descubrirá en su centenario. Precisamente en su última película, "París-Tombuctú" (Berlanga, 1999), había cierta sátira en la búsqueda de una muerte inalcanzable, representada en las interminables botas con plataforma que lucía Michel Piccoli.

Luis junto a Carmen Alborch y otros políticos, minutos antes de que Álex de la Iglesia recogiese su Goya al Mejor Director por "El día de la bestia" (1995)

Lo cierto es que aquel día todo se prestaba a cierta mirada negra, si volvemos seis años atrás hallaríamos un Ministerio de Cultura liderado por Ángeles González-Sinde y una Academia de Cine al cargo de Álex de la Iglesia, dos inmensos profesionales que poco después acabaron con sus correspondientes mandatos acosados por un presente nefasto, sumado a la desaparición de un maestro como Berlanga. El director vasco diría de Luis: "Berlanga supo amar y odiar, reír y rodar con la fuerza asombrosa de un hombre libre pese a la dictadura, la intransigencia y la supuesta inteligencia de algunos. Berlanga se encuentra en el Olimpo de los grandes, no sólo de este país sino del mundo entero. Nadie en la historia del cine ha llegado tan lejos en talento y tan cerca de nuestras almas malheridas. Buñuel es el único que puede mirarle frente a frente. No hay nadie tan grande como Berlanga." Fernando Vizcaíno Casas, compañero de tertulia de Berlanga, Azcona o Mingote, escribió al final de la década de los 70' un éxito de ventas sorprendente, una deliciosa visión de la resurreción del caudillo desde el Valle de los Caídos. En los últimos años su idea ha sido copiada hasta la saciedad, incluyendo a los alemanes que hicieron su particular resurrección del führer. Lo que nos hace imaginarnos cómo nos encontraría Berlanga seis años después de su muerte, cómo sería su bienvenida a Mr. Trump, qué papel tendría en una cacería un concejal de Podemos (probablemente ocuparía el lugar del conejo) o qué erótico destino guardaría para Piccoli ahora que le hemos visto convertirse en un Papa con crisis personal. Supongo que al menos disfrutaría del sonido de sus películas, pues la labor de Mercury Films, Divisa Home Video y Fnac en la restauración y conversión a Blu-ray de sus grandes obras es realmente extraordinaria. Recordamos así a Luis García Berlanga en el aniversario de su óbito. 

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