domingo, 27 de noviembre de 2016

La reina de sus ojos

Entre polémicas ha llegado a los cines "La Reina de España" (Fernando Trueba, 2016), un homenaje a la industria que recupera una esencia y glamour que no veíamos desde que Hollywood dejó de hacer aquellas descomunales superproducciones de cine épico que disfrutaba de nuestra España como decorado natural. Trueba es consciente de esa época, ha cultivado su cinefilia con las reposiciones de estas grandes cintas en los cine de doble sesión y en la filmoteca, por todo ello se ve como cada plano está cuidado con mimo, por él y por todos los actores a los que se ve gozar con el reencuentro dieciocho años después de "La niña de tus ojos" (Fernando Trueba, 1998). Las declaraciones del director cuando recibió el Premio Nacional de Cinematografía no calaron con la intención con la que se habían formulado, y en las últimas semanas se han rescatado con la intención de boicotear el film, que con ese título tan nacional tiene gran parte de la publicidad servida. El despliegue de la distribución ha sido también más que considerable, no solo en la televisión (o mejor dicho, en la cadena que participa en la producción) sino que resulta imposible ver un vídeo de YouTube sin toparse un par de veces con los cientos de spots que recogen algunas de las mejores escenas de la película. Otra de las grandes polémicas que han acontecido en las semanas previas al estreno del film ha sido la demanda, por parte de Carlos López y Manuel Ángel Egea, por los derechos de los personajes, pues figura como co-autores del libreto de "La niña de tus ojos". Claro que cuando uno ve ambas película comprueba que los personajes que en ellas habitan son puramente del vientre nacional, es decir, una astuta reproducción de las distintas corrientes del "typical-spanish". Además de intuirse que las mejores escenas del anterior film salían del ácido humor de Rafael Azcona, con la prosa narrativa de David Trueba, a los que se echa en falta en esta segunda entrega.


"La Reina de España" tiene la pose de un film clásico, incluso cuando los elogia introduciendo a Penélope Cruz en el Technicolor junto a Kirk Douglas o en los cines que lucen en sus vallas carteles de "El malvado Carabel" (Fernando Fernán Gómez, 1956). Sin embargo la estructura narrativa es algo irregular, las escenas se empalman una detrás de otra sin una lógica cinematográfica, sin esos recursos brillantes que el director alaba de Billy Wilder. Es el propio Fernando Trueba se refiere a la composición del guión como una necesidad pues "los personajes seguían estando ahí, no se habían ido, no se habían quedado en la otra película. Habían sacado las patas del tiesto y venían a contarme cosas." Así es precisamente la película, destellos brillantes de esos personajes, un buen número de escenas deliciosas que sirven para hacer veinte trailers llenos de atractivo y risas, pero con un hilo argumental algo delicado para sostenerlas. Nuevos personajes exquisitos, como el de Ana Belén y su marido "el Secretario General del Movimiento", quedan abandonados en el metraje dejándonos con la miel en los labios, y otros como el de Jesús Bonilla (prácticamente sustituido por Javier Cámara) quedan excesivamente escuetos. Hasta que llega un momento en el que todo se comprende, especialmente con aportaciones como la de Ramón Barea, Anabel Alonso, Enrique Villén o Manuel Tallafé, secundarios de lujo que tienen su momento de gloria en sus cortas y poderosas escenas. Es entonces cuando comprendemos que "La Reina de España" es un homenaje a nuestro cine, a nuestros profesionales, a todos aquellos de los que disfrutamos en prácticamente la mayoría de nuestro surtido audiovisual. El film entra así en otra liga, en un escalón superior donde el espectador debe disfrutar a toda costa, dejarse suceder por las escenas y ver el atractivo que gana en los paralelismos con su precuela (¡Esa Penélope cantando en inglés con acento andaluz!). En esta liga entran películas como "La vuelta al mundo en ochenta días" (Michael Anderson, 1956) "El mundo está loco, loco, loco" (Stanley Kramer, 1963), grandes producciones de un importante legado cinematográfico, donde el argumento es una mera excusa para retratar a los más grandes de una época. Si apuramos podríamos decir que este género nació con "El nacimiento de una nación" (D. W. Griffith, 1915), y sigue la línea-homenaje de "El crepúsculo de los dioses" (Billy Wilder, 1950), el mayor reconocimiento al cine y sus protagonistas.


Resulta fascinante la facilidad con la que los intérpretes vuelven a sus antiguos roles, Santiago Segura regresa a uno de sus mejores papeles con total naturalidad, saliendo del "personaje Segura" al que nos tiene acostumbrados. Sin duda es Loles León la que se lleva la palma, pues parece que en todos estos años no ha abandonado su tono medio de voz y su capacidad para destacar entre las estrellas (¡esos chismes del backstage de Hollywood!). Todo ello forma parte de ese telón de fondo que ilustra esta magnífica fábula de la época dorada construida a base de cartón-piedra, con técnicas que Trueba sabe situar con cierto humor, humanizando a la máquina del cine. Un recurso brillante que llama a esa naturaleza del cine, perdida en verosimilitudes absurdas que pierden a sus personajes por el camino. El gran Alfred Hitchcock fue uno de los grandes defensores de esta técnica cuando en los años 50' continuaba reinventando viejas técnicas con poderosos guiones. Existe en "La Reina de España" una cierta necesidad de labor historiográfica sobre el cine, ya sea por la participación de directores como Arturo Ripstein o Juan Antonio Bayona, por un fantástico Clive Revill como una astuta caricatura de John Huston o ciertos diálogos de Rosa María Sardá evocando al teatro y elogiando las míticas Conversaciones de Salamanca. Completando el reparto original reencontramos a Neus Asensi y Jorge Sanz, que parecen ser los únicos que mantienen esa libertad sexual del pasado, y un Antonio Resines sobre el que giramos constantemente. Como grandes incorporaciones destaca la reunión de Mandy Patinkin y Cary Elwes casi treinta años después de "La princesa prometida" (Rob Reiner, 1987), aunque apenas intercambien una línea de diálogo. Y por supuesto la llegada oficial de Chino Darín a nuestro cine camuflando su acento argentino con una formidable contención y aguantando con descaro su posición de partenaire de Penélope. Si aman el cine, no duden en disfrutar descifrando todas las claves cinéfilas de "La Reina de España".

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