sábado, 3 de septiembre de 2016

Si la cosa funciona, se prorroga

No tuve la suerte de poder disfrutar "Si la cosa funciona" en sus primeras temporadas, primero en el Teatro Alcázar y ahora en el Teatro Maravillas, donde ha sido prorrogada en septiembre. El texto original de Woody Allen se llevó a la pantalla en 2009, con la naturalidad que aporta la Nueva York natal en el director, es por ello que la city cobra un sentido tan relevante. Alberto Castrillo-Ferrer, declarado admirador de Allen, es consciente de la importancia de la ciudad de los rascacielos, por ello nos sitúa desde el primer momento con la genial "Sing, Sing, Sing" que escribió Louis Prima para Benny Goodman en 1935, para convertirse en uno de los grandes éxitos del jazz que merodea por nuestro imaginario habitual. Adaptar una película que se ha concebido y ha nacido para ello, puede resultar realmente laborioso, sin embargo el libreto de Allen es tan brillante, dialogado y estético, que Luis Colomina no ha tenido más que suprimir algunas escenas y reducirlas a un comentario que nos pone en situación. El personaje de Boris Yellnikoff es sin duda uno de los más jugosos de la filmografía de Woody, es ácido, pesimista, hipocondríaco y lo suficientemente educado como para saber como ser maleducado, y por encima de todo se trata un agudo retrato que el cineasta hace de sí mismo aportándole las pizcas de negrura adecuada. "Si la cosa funciona" es quizás una de las comedias de Woody que más buscan la risa junto con "Granujas de medio pelo" (Woody Allen, 2000), donde recurre a su exitoso humor físico, se trata de un díptico cómico para hacer reír al espectador. La adaptación teatral de la primera resulta una inteligente y mordaz adaptación sobre escenario único que busca las carcajadas en cada diálogo.


La mayor parte de esta versión levantada para las tablas recopila las ingeniosas frases que Woody Allen dejó para la posteridad en el film, con un cuidadoso trato a los chistes más favorables a las distancias cortas, aprovechando que esta vez, Boris, dispone de un público entregado a su disposición, no tiene porque hablar a una cámara como si fuese una sala de cine completa. Mientras yo jugaba a recordar los ingenios de Allen, disfrutaba con los espectadores, completamente entregados a una obra efectista, con una composición realmente divertida. Yo mismo me sorprendí con algunas de las astutas incorporaciones, como el encuentro entre personaje y autor (con la fantástica colaboración de Joan Pera, doblador habitual de Woody) al más puro estilo Unamuno y su suicida Augusto de "Niebla". Las interpretaciones están realmente a la altura, resulta muy complicado lograr la homogeneidad de un casting de Allen, él mismo acostumbraba a cambiar sus actores durante el rodaje, por ello en la versión dirigida por Castrillo-Ferrer vemos a un José Luis Gil espléndido como un Boris más directo, más familiarizado con la gesticulación teatral y haciendo gala de su magnífico dominio de la voz, como actor de doblaje que es el propio Gil. Aunque la gran innovación es la de una arrolladora Rocío Calvo, en el papel de una Marieta estridente, incisiva, desbordante y genial, una interpretación muy lejana a la de Patricia Clarkson, que nos lleva al punto del mejor sainete español, para algo producimos aquí la adaptación. Completan el reparto Ana Ruiz, como una Melody que guarda más carcajadas que la original (desprendiéndose de cierto cariño intimista), Ricardo Joven que resulta uno de los papeles más fieles al origina, y Beatriz Santana como las mujeres de Boris, con sus magníficas miradas a patio. La obra es pues un apetecible divertimento a la altura del film, una pieza que trata con brillantez un texto delicioso basado en la sencillez de su realización. Hasta el 18 de Septiembre pueden disfrutarla en el Teatro Maravillas (C/Manuela de Malasaña, 6) con un 20% de descuento si se compran los pases con venta anticipada.

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