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domingo, 5 de junio de 2016

Feria del Libro, 75º aniversario

El 75º aniversario de la Feria del Libro de Madrid se celebra por todo lo alto, cumpliendo con todos y cada uno de sus clichés, desde la lluvia del primer fin de semana hasta el calor insoportable que alcanza máximos entre inmensas aglomeraciones, corrientes humanas que interrumpen su camino por la caída de algún anciano que ha sufrido un golpe de calor. ¿Hay algún médico en la feria? No, sólo existen editores, libreros, escritores y una masa humana enrojecida y con manchas de helado en sus polos, por lo que se saca al anciano a la zona verde del Retiro, colocándole las piernas en alto contra la parte trasera de alguna caseta. Entonces recordamos que no siempre se celebró esta convocatoria en los Jardines del Buen Retiro, antes el Paseo de Recoletos era un auténtico centro cultural, las librerías abrían sus casetas mientras los bohemios bebían sus tertulias en el Café Gijón. En 1933 se inició esta andadura, las crecientes peticiones de libreros y editores por participar de ella menguaron Recoletos, por lo que en 1967 hubieron de trasladarse al pulmón madrileño. Aquella primera etapa nos hace recordar la aventura que José Luis y Amadeo vivieron en "El verdugo" (Luis García Berlanga, 1963), donde tras una ardua búsqueda lograban dar con la caseta del Señor Corcuera, reconocido académico de la lengua que debía recomendar al joven José Luis para el puesto de verdugo, todo ello bajo la llamada de una mujer que no hacía otra cosa que buscar a su hija Elenita Santoja. Desde entonces nada ha cambiado lo más mínimo, la gente se dispone ha soportar colas kilométricas por conocer a ídolos pasajeros, mientras niños continúan perdiéndose y resonando por megafonía. Ayer mismo un investigador de cuatro años se perdió, media hora después fue anunciada su aparición por los altavoces que fue recibida con un caluroso aplauso colectivo.


Desde hace años los académicos como el Señor Corcuera se han visto sustituidos por personalidades de la canción, excéntricos sin determinación, o más recientemente por cocineros, éstos últimos no se han visto nunca en una como esta, firman sus recetas explotando al máximo su minuto de gloria, que esperemos que pronto salga de los platós televisivos para volver a las cocinas. Sin embargo todos ellos tienen algo que contar en un libro, o bien publican sus canciones, narran sus absurdas aventuras (en ocasiones geniales) o su recetario para que todos nos sintamos unos masterchef. Por otro lado perviven los autores de novela juvenil, creadores de grandes sagas que congregan a cientos de miles de lectores, dispuestos a convertirse en suculentos platos de marisco por la firma del autor que les acompaña todas las noches en la cama. No es más que otra muestra de fanatismo, pero gracias a ellos aún pervive la lectura entre los más jóvenes, y gracias a que se prestan para firmar cada año los cinco libros que han publicado en esos meses pervive también el libro en papel. Después de todo ello llegamos a la 75ª edición de la feria del libro madrileña, el voluminoso señor Corcuera está en los huesos y los fenómenos de masas están a la moda. Entonces surge una nueva aparición, unos seres translúcidos coronados por la fama que otorga el pueblo, convierten la Feria del Libro en un hervidero insaciable de adolescentes chillonas, y peregrinos analfabetos que sudan y encharcan los pocos libros que valen la pena.


Así fue la llegada, ayer, de Pelayo Díaz, cuyo libro no fue más que la excusa perfecta para lograr un selfie con "Prince Pelayo", como ocurrió también con algunos youtubers que se prestan a firmar panfletos infumables contar de tener una excusa para pasar el día en el interior de una caseta selfie tras selfie y comerse más de un: "¡Ay se me olvidaba el libro!". Entre todos ellos perviven algunos grandes de nuestra literatura, incluso Eduardo Mendoza logró formar una cola de fervientes admiradores, también Enrique Vila-Matas, Luis Alberto de Cuenca, una agazapada Marta Sanz de las más perjudicadas por el youtuber de al lado (hubieron de cerrar parte de la caseta donde firmaba por un movimiento feminista en contra de los comentarios que el youtuber hacía en su canal), o Julio Llamazares que continúa su viaje por la España desconocida, desde que la hiciese desaparecer en "La lluvia amarilla" (1988). // Con respecto a los carteles de la Feria del Libro que he escogido para completar este artículo, me gustaría aclarar: el primero se trata del cartel más antiguo que circula públicamente, datado en 1936. El segundo es una de las grandes muestras que nos quedan de José Luis López Vázquez, también públicamente, pues como ya aclaramos su vocación como pintor iba más allá que la de la interpretación. Mientras que el que acompaña estas palabras se trata del cartel de la edición en la que firmaba el Señor Corcuera en "El verdugo", interpretado por cierto por Santiago Ontañón. Bajo estas líneas el cartel de la actual edición...

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