martes, 31 de mayo de 2016

Champions, de aficiones y aficionados

El fútbol y España caminan de la mano, el deporte de los ingleses parece haberse creado para los españoles, para nuestro carácter, nuestro desahogo y nuestra tradición. Este año volvía a repetirse la final de hace dos, el derby madrileño viajaba de Lisboa a la capital de la moda italiana, los atléticos vivían sus colores como nunca. Diego Pablo Simeone, convertido en un semidiós, tocaba el cielo con un ejemplo excelente de buen fútbol, una elegancia y limpieza que se unían a la humildad de un equipo sencillo. Completamente opuesto a la grada rival, casi inaudible hasta que levantaron la copa con el aullido paleolítico de Cristiano, un ejemplo de grandes interpretaciones presididas por la comedia de Pepe, capaz de convertirse un saltimbanqui ante la divertida caricia de sus oponentes después de una caída, probablemente también meditada. En la segunda parte de la gran final uno tenía la sensación de encontrarse ante una pantalla de cine, se vieron muestras del mejor fútbol, como no tanto se puede decir del arbitraje, algo ambiguo sin decantarse por ningún equipo, pero lejos de la bondad que caracterizaba a "Matías, juez de línea" (La Cuadrilla, 1996), quien quizás hubiese visto el único gol del Real Madrid en fuera de juego. Todo para terminar en una tanda de penaltis que poco tiene que ver con el espíritu del deporte, y que quedó muy lejos de decantarse por el auténtico ganador. Las lágrimas de Juanfran dirigidas a la grada, a su afición, contrastaba con los músculos de Ronaldo, que gritaba como un aficionado celebrando una copa que no debía de ser suya. Aunque como aclaraba unos días antes Juan Echanove, atlético convencido, "donde Zidane las toman", y como cerró en su carta abierta Juanfran: "Es cuestión de tiempo que veamos a Gabi [capitán del Atlético de Madrid] levantar la copa de la Champions", y más si continúa con la eficaz filosofía de su entrenador.


En "Evasión o victoria" (John Huston, 1981), Huston logra componer una narración cinematográfica única, que juega con el honor, la guerra y el deporte; y que como gran producción americana termina por triunfar en todo ello. Sin embargo convierte al espectador en cómplice, algo parecido ocurrió el pasado Sábado, cuando muchos de los aficionados madrileños no fueron capaces de celebrar con toda su fuerza el triunfo, y que terminaron por reconducir sus habituales cánticos hacia sus propias filas, a grito de "Florentino dimisión". Cine y fútbol se han dado la mano en múltiples ocasiones, en muchas ocasiones ha servido como el perfecto trasfondo para el neorralismo, y grandes directores se han decantado por retratar la belleza del deporte. José Luis Garci logró captar, no sólo su desarrollo desde otro punto de vista, sino el ambiente, los preparativos, en su cortometraje "¡Al Fútbol!" (1975), desde entonces formaría parte del imaginario de sus films, hasta convertir al Sporting de Gijón en el único equipo de fútbol con un Oscar. Rojiblanco convencido, ha convertido también al Atlético de Madrid en un equipo de cine, aunque el gran equipo que es hoy también haya filtrado el cine desde la presidencia, tras haber pasado algunos años al sol marbellí. Después de todo la Champions no es más que otra excusa para congregar masas, y como en el cine habrá quien lo vea con objetividad y algún que otro daltónico acosado por los colores, al fin y al cabo dentro de unos años sólo circulará la victoria del Real Madrid, sin recordar el fuera de juego de Ramos, las lágrimas de Juanfran, o el partidazo del equipo rojiblanco... Esperemos que quede también eclipsado por una inminente victoria atlética en los próximos años. Una pena el penalti de Griezmann. Lo dicho, hay aficiones y aficionados.

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