sábado, 23 de abril de 2016

Día del Libro, fin de ciclo

Da la casualidad de que cuando un drama comienza a convertirse en un problema internacional recibe su propio día. Véanse pues el Día Mundial del Cáncer o el Día Mundial de las Empleadas del Hogar, claro que en ocasiones no son más que una buena excusa para formalizar un día no lectivo. Para ello la Iglesia ha sido más inteligente, primero instaurando el nacimiento de Cristo en pleno invierno cuando debió de hacerlo a comienzos de verano, sin duda fechas poco rentables. Aunque sin duda su mayor acierto fue la Semana Santa, que entendida como Pasión o como Pascua con huevos de colores, tiene las magnífica cualidad de adecuarse cada año en fechas completamente distintas, a elección de distintos factores. Tristemente el Día Internacional del Libro, celebrado por primera vez en 1996, no fue más que la confirmación de un gran problema que el autor Ray Bradbury ya había confirmado en 1953, el declive de una sociedad que comienza a reciclar sus libros por pura decoración, sin necesidad de abrirse en toda una vida, sin duda mucho más enfermizo que la quema de ejemplares que se proponía en "Fahrenheit 451". Que destinada al olvido, logró salvar su "papel" tras la inteligente adaptación cinematográfica que François Truffaut realizaría en 1966, bajo la azulada mirada de Julie Christie. De todo ello cabe destacar también la paradoja que conforman estos días internacionales, pues este Día del Libro contradice completamente al Día Internacional de los Bosques, reconocido por las Naciones Unidas en 2013, pero celebrado por primera vez en España en 1805, bajo la calificación de Día del Árbol. Otra casualidad, pues el primer Día Nacional del Libro fue ordenado por su alteza real Alfonso XIII en 1926, sin duda un auténtico visionario en lo que refiere al retraso cultural de nuestro país. La fecha elegida fue el 23 de Abril, por su coincidencia con la fecha de muerte de Miguel de Cervantes y el apodado Inca Garcilaso de la Vega, claro que para adquirir el matiz internacional se debió adaptar la fecha de muerte de Shakespeare al calendario juliano, confirmando así el día perfecto para la lectura.


Durante estas fechas se celebran miles de ferias alrededor del mundo promoviendo ¿la lectura?, más bien la compra de libros, en muchas ocasiones enriquecidos por la firma de su propio autor, convirtiendo así la obra en una joya intocable de vitrina. Solamente cuando los altavoces de las ferias deciden darse un respiro o meter la pata para anunciar que en la caseta 451 Cervantes firma ejemplares de "Los trabajos de Persiles y Segismunda", error que tampoco interesa a los transeúntes pues, de tener una obra firmada, más valía que fuese "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" o mejor dicho, "El Quijote", ¿para qué malgastar palabras? Este año por celebrarse el IV centenario de Shakespeare y Cervantes, han tenido cada uno sus debidos homenajes, claro que al ser las obras de Don Miguel una minucia ensombrecida bajo damas bobas de la época, ha sido Shakespeare el gran vencedor, siendo representados sus grandes obras. "Romeo y Julieta", "Hamlet", "Julio César", "Otelo" o "La fierecilla domada", algunas ya precedidas por los rostros de Marlon Brando o Liz Taylor, encumbrado la grandeza e inspiración de Shakespeare para enriquecer aún más las millonarias producciones hollywoodienses. Aunque por encima de todos se yergue el "Macbeth" que Justin Kurzel presentó el pasado año, con un magnífico Michael Fassbender en el papel protagonista, sin duda mucho más portentoso que en la correcta "Steve Jobs" (Danny Boyle, 2015), por la que fue nominado al Oscar. Y por supuesto destacar la maravilla francesa, Marion Cotillard en el papel de Lady Macbeth, que un primer momento iba a interpretar Natalie Portman, y que a lo largo de los tiempos ha convertido a las actrices británicas en auténticas estrellas, ni siquiera Marge Simpson se resistió a hacerse con él.


Cervantes, cuyas obras se han conocido por el indudable éxito de "El Quijote", insistía en quitarse mérito para que sus congéneres le alabasen, incluso con sus peores versos. Lo que ahora nos hace difícil diferenciar entre autor y personaje. Lope de Vega fue el dramaturgo más importante de la historia, mucho más popular que Cervantes en la época, aunque sus desafortunadas fechas de nacimiento y muerte (noviembre y agosto), le alejaron de tal reconocimiento, pues ni en el calendario gregoriano se acercaban al mes de abril. Después de todo presumimos de que la principal obra de Don Miguel de Cervantes Saavedra es la más vendida en el mundo, sólo superada por la Biblia, sin duda una de nuestra mayor fuente de beneficios, y más ahora que ha sido adoptada al tailandés. Sin duda un obra maestra, una crítica mordaz a la novela de caballerías, que logra deshacer los tópicos, intercalando algunas historias de moralina humedecida por un regusto a humor ácido, pues creo que ahora el "negro" es una palabra ofensiva. Yo mismo ni siquiera lo he leído al completo, aunque puede que me anime con una preciosa edición que recibí como regalo de navidades, que cuenta con las magníficas ilustraciones del gran Antonio Mingote. Aunque después de todo la obra póstuma del mejor humorista gráfico fue "El diario de Hamlet", una adaptación mordaz que narra la historia del príncipe de Dinamarca en primera persona. Es curioso como Shakespeare decidía situar sus novelas en Italia, Dinamarca o Escocia, alejándose de su Inglaterra natal, mientras que nuestro reconocido Cervantes, gran viajante, con mano o sin ella, que decidió darse el paseo más conocido por Mancha (comunidad autónoma que, aunque ni el propio Cervantes recordaba el lugar exacto, ha sabido reconstruir la travesía del famoso hidalgo, con paradas en sus pueblos más turísticos). Celebremos pues el IV centenario de estos genios, vivamos un año más este Día del Libro, y disfrutemos de las compras y las firmas de autores.


Ilustración de Fernando Vicente

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