lunes, 1 de febrero de 2016

Steve Jobs, la manzana de Sorkin

Aaron Sorkin ha dejado clara, en reiteradas ocasiones, su facilidad para introducir en el metraje diálogos magníficamente elaborados que hacen brillar a los personajes. El guionista se ha labrado una exitosa carrera que le precede ante cualquier nuevo proyecto, su unión de la técnica lingüística y el lenguaje coloquial han convertido sus libretos en magníficas piezas que se mueven ágiles bajo la batuta de grandes directores. "Algunos hombres buenos" (Rob Reiner, 1992) fue su primer trabajo, un perfecto resumen de su carrera posterior que llegaría a un punto crucial con "La guerra de Charlie Wilson" (Mike Nichols, 2007). Un perfecto reflejo en el que vemos los mejores señuelos para alcanzar el codiciado sueño americano, una historia peculiar que hace ahondar a Sorkin en las relaciones humanas, y que llega a su mejor creación fílmica con el personaje de Gust Avrakotos, interpretado por un sensacional Philip Seymour Hoffman. Del amistoso y codiciado Charlie Wilson, que cae bien a todo el mundo, existe una curiosa y evolutiva transición hasta su Steve Jobs, que pretende caer mal a todo el mundo, pero que comparten ese punto de superioridad que les hace estar en el centro de su propio medio. Para levantar al legendario co-fundador de Apple, Sorkin, abre con una estructura colosal que divide la historia en tres marcados actos coincidentes con tres inauguraciones de sus productos estelares, una particular cercanía al teatro que lleva al máximo a cada uno de sus intérpretes, y que se abre a una subtrama familiar que queda difuminada tras el primer acto.


Para dirigir todo ello encontramos a Danny Boyle, desprendido del acelerón de "Trainspotting" (1996) y alejado del hábitat de fábula-cruda que le llevó al éxito con "Slumdog Millionaire" (2008), que encuentra su propia identificación en una cámara inquieta que propone interesantes planos secuencias, y que en ningún momento abandona el apasionante personaje protagonista. Existe una marcada puesta en escena entre el tema profesional y el personal, unido a su particular forma de contarnos todo sin enterarnos de nada, que puede que arrastre desde su thriller psicológico de corto alcance, "Trance" (2013). Llega un momento en que las carreras del director y guionista se unen, en su tratado de las distintas jergas que se defienden los distintos ámbitos, no sociales sino profesionales. Así pues Sorkin cambió los vocablos políticos por los tecnológicos en "La red social" (David Fincher, 2010), y Boyle del guirigay escocés al inglés con acento hindú que le llevó a convertir a un chico de la calle en millonario. "Steve Jobs" se puede entender, no sólo como un genial testamento de su figura central, sino como la unión de dos grandes cineastas que descansan sobre un metraje inquieto sostenido en vibrantes interpretaciones. Michael Fassbender no tiene aparentemente nada en común con su personaje, pero a los pocos minutos lo acabamos identificando con el auténtico, con el repulsivo informático que irá adquiriendo su propia concienciación como padre de una hija que rechazó tras unas dudosas pruebas de paternidad. Y, ¡qué diablos!, nadie conocíamos a la tal Joanna Hoffman hasta que Kate Winslet la ha convertido en un fantástico personaje femenino, lleno de intensidad y volumen que culmina cada uno de los actos. Sumando el ingenioso contrapunto del personaje de Jeff Daniels (acostumbrado a los diálogos de Sorkin por la serie "The Newsroom"), como la perfecta estrategia empresarial que le faltaba al guionista para incluir su marca de la casa. El film ha sido nominado a los Oscar por las interpretaciones de Fassbender y Winslet.

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