viernes, 29 de enero de 2016

La juventud de Sorrentino

Paolo Sorrentino ha demostrado tener un gusto exquisito por la estética, sin llegar a derrochar planos o regocijarse en sus magníficas secuencias. Controla su producto y sabe manejarlo, si bien se dio a conocer internacionalmente con "La gran belleza" (Paolo Sorrentino, 2013), aún habiendo realizado magníficos proyectos que no lograron conquistar Hollywood. Con ella, el director italiano, logró entrar en un nuevo mercado, otra categoría donde no se permite el exceso y el derroche, así, su vuelta al cine logra estabilizarse entre una estética que guarda el sello personal del cineasta, y unas magníficas interpretaciones por parte de todos los actores que participan de este lujoso hotel de lujo suizo, relacionados entre pensamientos y diálogos exquisitos que huyen de la pedantería de Jep Gambardella, por otro lado formidable. "La Juventud" encuentra su gran belleza en la vejez, en las miradas, y en una historia que rodea a dos grandes amigos que reflexionan sobre la música, el cine, o las curvas de Miss Universo, y que Michael CaineHarvey Keitel elevan al séptimo cielo de la interpretación, incluyendo algunos giros de guión inesperados en el cine de Sorrentino. A lo largo del metraje se disuelven bombazos cinematográficos que nos tiran una buena jarra de agua fría y nos descubren unos amantes en el bosque, o a un compositor retirado dirigiendo una vacada suiza, aunque sin duda el gran momento resulta la aparición de una Jane Fonda espectacular que abre un tercer acto, que se mueve en una espectacular emotividad seria.



La fama persigue a una serie de personajes que encuentra su descanso entre las impresionantes montañas suizas, desde un Maradona obeso a un actor en busca de un destino interpretativo. Fred Ballinger, interpretado por Caine, perseguido por sus "Canciones Sencillas", lanza una angosta mirada al mundo que ahora le rodea y que dará una vuelta a su rutina habitual. A través de los personajes, el espectador realiza una experiencia única, que salta por todos los sentimientos que el ser humano es capaz de experimentar. Desde el placer más carnal a la belleza más hermosa que se puede apreciar en las lágrimas contenidas de un reputado compositor, o ese elegante gesto cargado de cierta melancolía que une la vejez y la juventud en un sencillo violín, sin la importancia estética de "La gran belleza", "La Juventud" es mucho más bonita y elegante, víctima de su dirección e intérpretes galardonados en los Premios del Cine Europeo. Mucho más allá que una reflexión, muestra el miedo del propio director hacia envejecer, perseguido por los fantasmas de sus películas, aunque ya haya afirmado que "por conseguir la inmortalidad, destruiría todas mis películas". Resulta verdaderamente asombroso como la Academia estadounidense no ha reconocido un productor fabricado enteramente para el gusto europeo, con el idioma incorporado para su propia comprensión. Sinceramente, los diálogos de Sorrentino resultan magistrales, elegantes, y de una sátira excepcional, sin embargo "La Juventud" no precisa de ellos para transmitir la esencia que busca. Es una auténtica obra maestra, una unión de los mejores géneros para llegar al propio mundo real, donde la Reina de Inglaterra se acomoda en su trono de ocio. Maravillosa.

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