martes, 12 de enero de 2016

A Starman into the Labyrinth

Verdaderamente se trató de una rareza espacial, un ser único del que verdaderamente costaba considerar como un ser de esta tierra, ayer despedíamos a David Bowie, mucho más que uno de los cantantes más reconocidos de todos los tiempos. En 1969 su álbum "Space Oddity" le llevó más allá de las estrellas, su particular vestuario y una estética transgresora le llevarían a crear el mito, el manto perfecto para cubrir la figura del Bowie persona, el Bowie marido y el Bowie padre, una de las pocas estrellas que verdaderamente supo elevar al más allá, la calidad de artista. Un cáncer nos ha arrebatado al gran David Bowie que ahora espera como un hombre de las estrellas, surcando el cielo del que supo regalarnos una buena ración. El personaje de Bowie se convirtió en el guía de una época marcada por los más destacables éxitos musicales de la historia reciente, Jorge Berlanga lo utilizó en el borrador de su musical "A quién le importa" como esa luz que ilumina desde un séptimo cielo la historia de unos personajes perdidos en los ochenta, hambrientos de una razón que encuentran en las canciones de su hermano Carlos. Como a Jorge, el Bowie personaje sirvió para desatar la imaginación de más de un creador que inevitablemente cayó rendido al hombre de los iris diferentes, el pelo nómada y la voz blanca que le sirvió como perfecta baza para entrar en el coro de la escuela. Su música iluminó cientos de bandas sonoras, una de las más recientes "The Martian" (Ridley Scott, 2015), que podrá ser nominada en los próximos Oscar de la Academia.


En 1972 deslumbró a medio mundo con el sencillo, "Starman" con el que se le recordará por siempre, una sencilla canción que le llevó a la mejor época de su carrera profesional, para desembocar en una década prodigiosa de la que el llevaba siendo embajador tiempo antes de su llegada. De aquella efervescencia ochentera se sirvió Julian Schnabel para su film "Basquiat" (1996), donde Benicio del Toro, Willem Dafoe, Dennis Hopper, Gary Oldman y Jeffrey Wright recrearon el círculo más cercano del pinto Jean-Michel Basquiat, además de un David Bowie excepcional que mostraba su verdadera faceta de actor en el papel de Andy Warhol. También en aquel tiempo dejó su papel más reconocido, el rey de los Goblins en "Dentro del laberinto" (Jim Henson, 1986), uno de esos magníficos cuentos repletos de una luminosa oscuridad que se convirtió en la infancia de una generación, y en una de las obras de culto del siglo XX. Una de la geniales creaciones de Henson, que junto con la gallina Caponata, se ha convertido en el gran descubrimiento del final del siglo de los inventos, un avance televisivo y cinematográfico con un David Bowie como protagonista, que una vez más se alzaba como el rey de los extraño, de un nuevo mundo, un lugar excepcional. Hasta su cameo en "Zoolander" (Ben Stiller, 2001), es reconocido como una de los más geniales gags de la nueva comedia americana. Por lo tanto David Bowie perdurará no sólo por sus personales y míticas aportaciones a la música o al cine, sino por lo que nos aportó a nosotros como mundo y sociedad "en evolución", un ser con el que deberíamos estar encantados de haber convivido.

En palabras del Bowie de Jorge encontrábamos:

"En mis mejores tiempos era un virtuoso del cambio de personalidad. Cada día me levantaba creándome un ser nuevo que florecía por la noche y fenecía al amanecer. En la variedad está el gusto, y en determinados momentos es necesario ser muchos si quieres conseguir ser uno solo."


En sus últimos discos se apreciaba un afrontamiento valiente a la muerte una lucha desde la verdad, como máximo ejemplo recordamos unos de sus magníficos sencillos de su penúltimo disco, "Where are we now?" (2013)...

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