viernes, 13 de noviembre de 2015

Un lustro berlanguiano

Hoy hacen ya cinco años que perdimos a Luis García Berlanga, a lo largo de los cuales su figura se ha ido extendiendo como una imagen casi divina de la dirección de cine en España, ha sido recordado en todos los círculos sobre el tema, ha vuelto a citarse como gran referente de "Mi gran noche" (Álex de la Iglesia, 2015) por su coralidad, auténtica explosión del lado artístico del cine que Luis dominó con maestría por sus deslumbrantes planos-secuencia. Cuán lejanos se nos hacen cinco años, un lustro, la proyección en televisión de films como "¡Bienvenido Mr. Marshall!" (Luis García Berlanga, 1953), "La escopeta nacional" (Berlanga, 1978) o "Esa pareja feliz" (Berlanga y Bardem, 1951) han mantenido esa esencia berlanguiana, que es en realidad la de la España más pura, desde los políticos corruptos a todos aquellos hombres que andan detrás del pago de las letras de motocarros, somos berlanguianos. Mientras los "Ocho apellidos vascos" (Emilio Martínez Lázaro, 2014) se alzan como la película más vista en televisión en más de veinte años, toda una hazaña pues hace dos décadas apenas existían opciones para elegir, y parecía que no quedaba nadie por verla... Hace dos lustros el propio Berlanga fue homenajeado en el Festival de Cine Internacional de Ourense junto a Concha Velasco y Álex de la Iglesia (acompaña la imagen inferior). Los frescos costumbristas recogen con maestría sus épocas, las películas de Luis así lo hacían, su mirada fue tan profunda que la mayoría de su obra continúa hoy perfectamente vigente. Como creador de sus propias situaciones han sido las mismas que le han precedido, incluso tras su fallecimiento nos ha regalado pequeñas escenas berlanguianas como esa revelación por despiste del contenido de su famosa caja del Instituto Cervantes, cuya apertura no está prevista hasta el año 2021. Precisamente sobre estas situaciones que verdaderamente rodeaban la figura del gran director, escribió un magnífico artículo Jorge, que hoy reproducimos como uno de los mejores recuerdos para la sátira nacional.


"Esquelas" por Jorge Berlanga

El otro día me llevé un chasco al enterarme de que tras la muerte de mi padre mi familia se había quedado poco menos que a dos velas, entre otras cosas gracias al rejonazo de las esquelas publicadas en prensa. Aparecidas en diversos medios, una vez pasado el jaleo comenzaron a llegar facturas oscilando entre nueve y diez mil euros capaces de desriñonar al más pintado. A uno puede parecerle extraño que en plena era cibernética, de globalización mediática y apogeo de las redes sociales, todavía exista algo tan carpetovetónico como la esquela, con su ribete en negro, sus loas al difunto y su precio de oro. Parecen refugio de viudas de militares condecorados o caballeros con muchos méritos y títulos, a los que llora la parentela y el servicio, al que le gustan mucho estas cosas. Todavía recuerdo al gran Luis Escobar leyéndolas en “La escopeta nacional” y diciendo “Todos conocidos…¡Caen como moscas!”.



Quiero decir que todo el universo del negocio de la muerte es muy berlanguiano, y que su amor por el humor negro junto a Azcona le hizo reírse de las fúnebres costumbres españolas en casi todas sus películas, incluida la última “Paris-Tombuctú”, donde hacía un guiño a Funerferia y sus novedades futuristas en ofertas mortuorias. Cercana a la admiración que le producía “Los seres queridos” de Evelyn Waugh, se permitía bromear sobre el aprovechamiento industrial de los cadáveres, como de toda la esperpéntica parafernalia que rodea las exequias alrededor del finado. La última carcajada amarga podría provocarla el chiste final del palo de las esquelas. Que acabarán desapareciendo con el ritmo de los tiempos en su naturaleza obsoleta, pero que tal vez sirvan aún con sus ingresos para que no despidan periodistas reduciendo plantillas, mientras la sociedad fenece poco a poco y todos pareciera que la espichamos a diario. En el fondo todo nuestro esqueleto es una esquela latente, como diría Ramón, donde sólo los acreedores no te olvidan.


1 comentario:

  1. Siempre he sido gran admiradora de Berlanga, como buena amante del cine que soy.
    Mi madre me inculcó el amor al cine.
    Me acuerdo de pequeña con 12 años ver por primera vez una película de el,
    " El verdugo ", desde entonces soy fan incondicional.

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