miércoles, 7 de octubre de 2015

"Muertos de Risa" (1999)

Nace en Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría la necesidad de hablar sobre la falsedad del humor, la necesidad de afrontar distintos temas en los que tienes que hacer reír frente a cualquier obstáculo que se le enfrente, de esta idea nace también la inminente "Mi gran noche", en "Muertos de Risa" se abarca a través de la relación de una pareja artística que terminará odiándose. El concepto de las apariencias está presente en múltiple obras, esa imagen del sueño americano en la que todo va bien bajo una cruel sonrisa en busca de la verdad, ha sido sobre todo un buen planteamiento para las comedias como "Nuestro último verano en Escocia" (Andy Hamilton y Guy Jenkin, 2014), por otro lado "American Beauty" (Sam Mendes, 1999) y especialmente el papel de Annette Bening es un drama genial sobre esta falsedad, que Álex de la Iglesia toma para hacer algo completamente distinto: una pareja de cómicos termina odiándose e intenta convivir lo máximo posible por ese éxito que los mantiene unidos. Nino y Bruno se han convertido hoy en día en todo un referente, se puede decir que Álex Angulo triunfó como manager, pues esta pareja ficticia formada por Santiago Segura y El Gran Wyoming ha crecido como un documental de cómicos real, en países como Argentina es una obra maestra del cine de la que se saben hasta sus chistes. La televisión es el marco final de este argumento que comenzó bajo hortalizas en los más cutres escenarios, y si nos remontamos al comienzo descubrimos una escena fantástica en la que el cineasta vasco vuelve a contar con una cabra, esta vez para hacer de legionaria.


La "Flaggolosina", conocida por todos como "Flash", retorna a la infancia a los que todavía no lo han hecho durante la película, recuerda el increíble control que puede llegar a tener un anuncio televisivo sobre el espectador, suscitándole ganas de azúcar con apenas 16 segundos de publicidad. Uri Geller fue toda una sorpresa televisiva en 1975, el generalísimo se había perdido el "Directísimo" y José María Íñigo y el mago israelí lo repitieron para el caudillo, más de 20 años después debieron repetirlo para Álex de la Iglesia una tercera vez y pese a todo resulta sorprendente la conservación de ambos: presentador e ilusionista. Todo ello nos transporta completamente a los setenta, y más tarde a los noventa, enormes avances de efectos especiales hicieron de Nino el Forrest Gump español, permitiéndole codearse con imágenes de archivo del entonces Príncipe Felipe o haciéndole prender la antorcha de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, pese a todo solo fue nominada al Goya al Mejor Actor de Reparto (Álex Angulo), que finalmente le fue concedido a Juan Diego. Si en sus anteriores películas había logrado trabajar con grandes actores, algunos olvidados, en "Muertos de Risa" escribe un papel para una fantástica María Asquerino, acostumbrados a su elegante teatro o la señorita de la alta sociedad de "Pequeñeces..." (Juan de Orduña, 1950), se nos presentaba como una madre siniestra en voto de silencio que vive uno de los mejores momentos del film con su gato.


Con "Muertos de Risa", Álex de la Iglesia supo dar en clavo con su particular acento negro, al final de los noventa se separaron definitivamente Martes y Trece, y Faemino y Cansado entraban en una transición a la decadencia, cuando nacieron Nino y Bruno, dos hombres, uno recibe y el otro da bofetadas, con ello se crea una película que, como las mejores lo hacen, oculta su auténtica crítica bajo un argumento que versa hacia lo contrario. La obsesión final de Bruno por obtener una pareja diferente , y su hallazgo de Eduardo Gómez, con su transformación posterior, es realmente genial y sobre todo: original, concepto del que se escaseaba al final de los 90' y que como dijo en su día Vicente Molina Foix solo se encontraba en Bajo Ulloa y De la Iglesia. Toda la puesta en escena de la película peca de pretenciosa, hasta la idea de Bruno (metiendo droga en la bolsa de viaje de Nino) se hace cruel y tal vez innecesaria, compensada con ese genial guardia civil que la detecta, interpretado por José Sacris. En 1957, Adolfo Fernández Bustamante rodaría un film con el mismo título, aunque su argumento se acercaba más a una adaptación carnavalesca de Caperucita Roja, tal vez más ligado al siguiente film del director bilbaíno, donde una joven (más bien madura) se adentra en la boca del lobo, imaginando que en ella está la felicidad...

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