miércoles, 13 de agosto de 2014

Carta a Lauren Bacall

Estimada Lauren Bacall,
En primer lugar disculparme por no escribirle esta carta en inglés, pero sin duda si así lo hiciese no podría expresarle realmente con mis propias palabras lo que usted significa para mi, y sin duda para muchas, muchas personas más. De todos modos espero que disponga de un buen traductor allá donde esté. // Ha sido usted una de las leyendas que ha circulado en mi familia desde que nací, ya que mi abuela siempre ha comentado que se había cruzado con usted por la quinta avenida de Nueva York en los años 90'. Su belleza ha perdurado todo el tiempo que la he conocido en vida, ha sido usted una de las actrices con más fuerza de la historia del cine. Tuvo usted su trabajo como algo esencial para la vida y lo demostró con creces, ya que no es fácil comenzar su carrera en el cine con una película como "Tener y no tener" (Howard Hawks, 1944) y mantenerse tan fuerte en sus interpretaciones hasta su último papel. Asimismo se refugió en múltiples ocasiones en el teatro, ganándose así el título de Gran Dama de la Escena. Su estilo ha sido ejemplo durante mucho tiempo, su bonita melena ahuecada, sus gruesos labios, y su tez pálida han creado el look Bacall, tan de moda en los años sesenta. Estuve mucho tiempo queriendo ver "Asesinato en el Orient Express" (Sydney Lumet, 1974), hasta que finalmente me olvidé y un día de improvisto la vi, nunca me han gustado esas películas en las que se reúnen muchos actores conocidos, pero en este caso me quedé tan enclaustrado en su personaje que convirtió la cinta en una maravilla. Aunque sin duda si hay que felicitarle por un papel me quedo con la señora Temple, como dueña del hotel "Cayo Largo" (John Huston, 1948). Una obra maestra en la que brillaron usted y su primer marido, el aclamado Humphrey Bogart, y ese hombre nacido con cara de gángster que realmente creó el cine negro, Edward G. Robinson. Usted ha sido esencial para que podamos disfrutar del cine, y un último agradecimiento por enseñarnos a silbar, tenía usted razón, sólo hay que poner los labios juntos y soplar...

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